jueves, 9 de abril de 2009

Fantasías liberales

El martes 7 de abril, El País publicó un artículo de José María Lassalle, secretario de estudios del PP y diputado por Cantabria, en el que el autor arremete contra los opositores al pensamiento liberal, al tiempo que los tacha de "oportunistas" por reivindicar dicha oposición durante la actual coyuntura de crisis económica. Sin embargo, los argumentos que explicarían dicha tesis brillan por su ausencia.
Este señor asegura que el pensamiento liberal surge de "la lucha contra la crueldad". Esto es infantil, además de falso. El liberalismo en su vertiente económica (capitalismo, por simplificar) nace como la evolución de las fuerzas productivas que da paso del feudalismo a un nuevo orden. El liberalismo en su vertiente "ético-política" es la superestructura que responde a las exigencias materiales de ese nuevo orden, si bien, existen otras formas de organización más autoritarias que adquieren sentido cuando surgen conflictos en el seno del modo de producción capitalista.
Por otro lado, se lamenta de que haya vuelto esa retórica antiliberal que "parecía felizmente superada". Esto no hace sino evidenciar los dogmatismos de los liberales, impositores del pensamiento único, que declararon triunfalmente en su día "el fin de la Historia".
Asimismo, el autor duda del carácter antisocial del liberalismo. ¿Cómo puede cuestionar esto cuando, los voceros de esta corriente de pensamiento no hacen más que impulsar la participación y el dominino de la empresa privada en sectores como la sanidad o la educación? Podemos hablar de Bolonia y el sometimiento de los contenidos académicos a los intereses sectários de las empresas. ¿Hacer negocio con los que debieran ser derechos fundamentales de las personas no es un acto antisocial?
El señor Lassalle dice que aboga por un Estado social que combine la cmpetencia con la "justa distribución de los frutos del trabajo", pero sin subvertir el sistema de propiedad individual. Esto es imposible; en tanto que se legitime la propiedad privada, y por ende la explotación capitalista con su consiguiente compra de la fuerza de trabajo (físico o intelectual) del asalariado y apropiación del plusvalor, se tiene que negar, necesáriamente, esa "justa distribución de los frutos del trabajo".
Llama la atención que un liberal se agarre como un calvo ardiendo a la libre competencia (condición fundamental del capitalismo), ya que ésta queda obsoleta a medida que el propio sistema capitalista, en su desarrollo, tiende a la concentración y acumulación de capital, a la formación de cárteles, trusts y monopolios. No son excepciones las guerras motivadas por las ansias de expansión que las grandes corporaciones experimentan durante el desarrollo del libre mercado. ¿No le parece esto al señor Lassalle muestras suficientes de carácter antisocial del liberalismo?
Como resulta inevitable reconocer las oscuras consecuencias de esto años de especial libertinaje económico, nuestro querido diputado se apresura a separar "la mano invisible de Adam Smith de la sinvergonzonería de los Madoff y compañía". Como los hipócritas del catolicismo, vincula los "triunfos" de su pensamiento a la teoría, mientras que justifica los fracasos con una supusta mala aplicación de la misma.
En una de sus numerosas citas (a veces pedantes, a veces absurdas), esta vez de un tal Eamonn Butler, afirma que "las desigualdades son siempre mayores cuando lo que cuenta es el poder, no el dinero". Sorprende esta sentencia, pues en el liberalismo económico es la propiedad privada del capital, y por lo tanto la facultad de hacer mayor fortuna, la que te ofrece una verdadera situación de poder.
Por otro lado, dice que "ni es la hora de la socialdemocracia, ni del furor neoliberal que siguen esgrimiendo algunos; por cierto, más obsesionados por hacerse perdonar sus pecados de juventud maoísta o trotskista que por reclamar un mercado de competencia...". Claro, entonces, por esa regla podemos decir que la mayor parte de sus compañeros de partido se dedican a atacar el terrorismo de ETA para hacerse perdonar sus pecados de connivencia con el terrorismo franquista, más que por verdaderos deseos de paz.
Este señor ignora que se contradice cuando relaciona liberalismo con democracia y, al mismo tiempo, señala a aquél como adalid de la lucha contra el autotitarismo y el absolutismo. ¿O es que no existían el mercado y la propiedad en la España franquista?, ¿y qué hay del Chile de Pinochet?, ¿no experimentó allí a sus anchas la Escuela Económica de Chicago con el ultraliberal Milton Friedaman a la cabeza?, ¿era ese régimen una democracia?
Ignora, además, que, entanto que toda política liberal es antisocial, los "triunfos sociales" en las democracias liberal-burguesas se deben a las históricas luchas obreras y a las reflexiones de aquellos intelectuales izquierdistas contra los que desata sus injustificadas críticas. Ignora que el contrapoder que supuso la URSS influyó de manera muy positiva en los avances sociales del bloque capitalista, avances que empezaron a retroceder tras la caída del muro.
Estos demócratas liberales, que han tachado de arcaico a todo el que reivindicaba a Marx, son los mismos que, con la pedantería que les carecteriza, citan sin ningún reparo a numerosos autores, algunos de un siglo antes de Marx. Eso no es arcaico, es culto. Luego nos obsequian con artículos como el de Lassalle, llenos de sentencias y consignas carentes de argumentación alguna.
Estúpidos.