jueves, 12 de febrero de 2009

god save the Juancar

Todos los años, en febrero, a medida que se acerca el día 23 los medios de comunicación se encargan de rememorar el fallido golpe de Estado perpetrado ese mismo día por algunas fuerzas del ejército. Este año no ha sido una excepción, sin embargo, la cobertura informativa ha empezado más pronto que otros años y de manera más intensa, al menos por parte de Televisión Española (TVE). También he notado que, en esta ocasión, el interés en aprovechar la fecha para reforzar la figura del rey de manera oportunista ha sido más descarada.

De esto se ha tenido que dar cuenta quien haya seguido con mayor o menor interés la programación de TVE estos últimos días. Por ejemplo, podemos hablar de la miniserie de dos capítulos a la que han dado el clarificador título de El día más difícil del rey, la cual nos ha ofrecido a un monarca con unas cualidades extraordinarias, heroico, salvador, tan sólo comparable a Barack Obama. La miniserie tiene la osadía de contarnos aquello que sólo un reducido número de hombres sabe: lo que ocurrió en la Casa Real en aquellas horas, el papel que en realidad jugó el rey, sus verdaderas intenciones, sus relaciones con los golpistas. Parece ser que los señores de TVE tienen muy claros todos estos aspectos, por la recreación que han hecho se ve que no tienen duda de que el rey salvó la "democracia" y que es a él (o quizá debería decir Él) a quien debemos nuestras actuales "libertades".

La miniserie histórica, que bien podían haber titulado "Oda al rey", fue más que nada una comedia de mal gusto. Si bien , no ha sido el único programa digno de mencionar. Una vez terminado el primer capítulo de esta comedia de ficción, TVE emitió el habitual debate nocturno de 59 segundos, que fue justo el tiempo que tardé en aborrecer el programa. En la edición del martes dejaron un espacio al fianal para tratar el tema del golpe de Estado, y para ello invitaron a Fraga, Manuel Marín (expresidente del Congreso), felipe Acaraz (PCE e IU), un señor de Eusko Alkartasuna, el periodista Fernando Ónega y una mujer, también periodista (no sé si me dejo a alguien). Pues bien, el programa consistió en repetirnos con diferentes palabras y desde diferentes bocas todo lo que le debemos al rey y lo bien que vivimos ahora. Únicamente, el nacionalista vasco y Felipe Alcaraz discreparon del papel que jugó el monarca ese día y se preguntaron por qué tardó tantas horas en salir por televisión para dar el esperado discurso. Esto les valió para que el resto de los contertulios, a quienes se les llenaba la boca al hablar de la democracia y de la libertad, replicaran, de manera déspota y fascista, que la historia es como se cuenta, que el rey nos salvó, que es así y que quien discrepa lo que quiere es inventarse fantasmas.

Así, mediante un acoso mediático e institucional, el gobierno y los medios llevan a cabo una campaña agresiva para perpetuar la historia oficial de la transición, del golpe y de estos años de partidocracia monárquica y capitalista. Bajo esos entrañables programas que "recrean" nuestro pasado más reciente, se esconde la verdadera intención del Estado actual de borrar todo ápice de debate histórico, de crítica o de discrepancia. Mediante ligeros y amenos formatos pseudo-periodístico-televisivos envía su propaganda el sistema. Pretenden dar veracidad a una serie de hechos históricos bombardeándonos de manera continua con la misma versión estructurada.

La verdad que, viendo la desesperación con la que se defiende a la monarquía últimamente, empiezo a pensar que realmente tiene los días contados y, lejos de lograr su objetivo, hacen más evidente la agonía de una institución que al caer va a dejar tambaleándose al resto de la estructura a la que siempre ha ido ligada. En mi opinión, es probable que cuando caiga el decrépito que ostenta la jefatura del Estado caerá con él la misma monarqía, pues, como se suele decir, en España no hay monárquicos, sino juancarlistas. De la misa manera, pienso que quedará bastante desestabilizado el resto de la estructura política, ya que, tras la dictadura fascista, lo que se construyó formó parte de un todo. Es decir, que, cuando caigan los borbones, lo lógico sería que el resto del régimen que se edificó tras la muerte del tirano empiece también a descomponerse. Monarquía, Constitución, bipartidismo, sistema autonómico, acuerdos con la Iglesia, sindicatos institucionalizados, etc. serán estructuras arcaicas que habrán perdido su ser.

Los tambaleos a los que se verá cada más envuelta la monarquía, junto con la crisis económica que, esperemos siga dejando en evidencia la naturaleza criminal del capitalismo, lejos de inquietarnos, deben ser vistos como una oportunidad, como un potencial conflicto que genere debate. El simple hecho de empezar a cuestionar las cosas nos posicionará ante esa lejana utopía que llamamos democracia.

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