sábado, 3 de diciembre de 2011

Ajuste de cuentas

Todo está perdonado
Rafael Reig
Tusquets. Barcelona. 2011. 367 páginas. 19 euros

Rafael Reig quería ajustar cuentas con el proceso de la Transición española y decidió hacerlo a través de una novela policiaca. Por esta razón, la narrativa ágil, rigurosa en la forma, abundante en surrealismo, costumbrista e irónica de Todo está perdonado no se presenta como un fin en sí mismo, sino más bien como un vehículo que pretende elevarnos a un estadio superior: el mensaje. Es lo que ocurre con las novelas de contenido político, y ésta lo es.
Desde el inicio, el autor asturiano deslinda un relato plagado de pasajes sobre el proceso de la Transición española y la dictadura franquista, así como de referencias a aquellas élites “que ganaron la guerra y procuraron por todos los medios que sus hijos ganaran también la paz”, como se denuncia insistentemente en el libro. Sin duda, es ésta una de las más lúcidas críticas a un proceso que pudo constituirse como ruptura y se quedó en una transición manifiestamente inacabada. Contra los ganadores de entonces y, especialmente, contra la “inapelable” versión oficial que se ha mantenido de aquello en la sociedad española van dirigidos los ataques de Reig, quien, en contradicción con el título de la novela, no parece dispuesto a perdonar.
De forma paralela al mensaje de la obra, y como soporte del mismo, encontramos una historia policiaca situada en Madrid, durante la Eurocopa de fútbol de 2008, que supuso el triunfo de la Selección española. El argumento sitúa al lector en el asesinato de Laura Gamazo, hija del exitoso empresario Perico Gamazo, quien, para resolver el caso, contrata al detective Carlos Clot, personaje utilizado por Reig con anterioridad, y al agente de inteligencia retirado Antonio Menéndez Vigil, protegido suyo y narrador de la obra. Antonio Menéndez es una especie de narrador omnisciente que habla en primera y tercera persona y que forma parte de la historia, aunque desde un plano algo apartado. En la página 308, él mismo hace una breve referencia a su situación como narrador.
Los capítulos se corresponden con las fases de la competición deportiva, algo que puede entenderse como una excentricidad si se tiene en cuenta que el autor, según reconoce, jamás ha visto un partido entero. Aunque más que una extravagancia de Reig, lo que supone el trasfondo futbolístico de la obra es un refuerzo de la crítica a esa sociedad “de clases medias”, tan encantada de haberse conocido, surgida en los inicios de un sistema democrático contra el que Reig arremete por considerarlo limitado y pobre.
Sin embargo, esta utilización del fútbol como hilo conductor, pese a resultar a veces muy oportuna y original, otras se hace cansina y aparece un poco forzada, tanto por la mera introducción del tema, que a menudo se percibe como innecesaria, como por las expresiones futbolísticas de los personajes, en ocasiones artificiales y exageradas. Aunque realmente no se sabe muy bien cuándo ello es fruto del aprendizaje acelerado de la materia que ha tenido que emprender el autor, y cuándo se debe a su intención de ridiculizar el fútbol, entendido éste como un movimiento social narcótico que anula la conciencia de clase y en el que las personas vuelcan todo su fervor, frecuentemente con histrionismo nacionalista.
La obra mezcla personajes ficticios con figuras reales de nuestra historia reciente (hombres de la dictadura, como López Bravo o Muñoz Grandes). Con ello, el lector identifica partes de la trama (ficción) con personajes históricos, de forma que puede darles a estos últimos un significado, vincularlos con ciertas prácticas, cosa que quizás antes, por desconocimiento de la historia de España, no podía hacer. Para realizar esta mezcla de personajes, el libro se remonta de manera continuada hasta la Restauración, la Transición y el franquismo.
Otro elemento reseñable de la novela es el Madrid navegable en el que trascurren los hechos. Un Madrid con un Canal Castellana y un Puerto Atocha, recurso del que se vale el autor para mostrar un dibujo urbano de la capital y añadir una dosis más de surrealismo. Esta singularidad, junto con la permanente ridiculización de lo religioso, es de las cuestiones que más personalidad y originalidad confieren a la novela.
Marginalidad, costumbrismo, calle, política, alta sociedad, sexo, religión, sátira, ironía, alcoholismo y personajes que están de vuelta de todo son los ingredientes que vertebran esta obra y que, inevitablemente, recuerdan a las aventuras de Pepe Carvalho, el popular detective de Vázquez Montalbán. Merece la pena detenerse en este punto, pues las similitudes son muchas: un detective dado a la bebida, ambientes marginales, escenas de sexo sin tabúes, personajes y situaciones esperpénticas –aunque en esta novela, el humor se encuentra más en la narración que en los diálogos, algo escuetos y con menor grado de agilidad e ironía que los de la serie Carvalho-, radiografías urbanas y sociales, etcétera. La diferencia más visible radica en que Todo está perdonado otorga a la intencionalidad política una centralidad que no tiene la serie de Montalbán, más tendente a contar una historia en la que, en determinados pasajes, aparece cierta crítica política y social.
Asimismo, la novela de Reig pretende ser más reflexiva y metafórica que intrigante. La pluralidad de pequeñas historias internas diversifica la atención del lector y hace que la carga de intriga se diluya. La falta de un asunto central más monopolístico resta a la obra esa dosis extra de emoción propia de la novela policiaca, ya sea por defecto formal o por la intención del autor de centrarse más en lo reflexivo.
Todo está perdonado puede definirse, pues, como una novela con un fondo de crítica política (a la Transición y al régimen político actual) y una forma de novela policiaca, ambientada por igual en la marginalidad y en la alta sociedad, y siempre aliñada con grandes cantidades de ironía, humor y surrealismo. Más que recomendable.

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