martes, 29 de marzo de 2011

El periodismo como catástrofe

La labor periodística adquiere especial importancia en momentos extraordinarios. El ejemplo paradigmático son las catástrofes humanas o naturales. En momentos así, los periodistas deben tomar conciencia de su profesión y actuar con diligencia, no sólo por una cuestión de ética profesional, sino también, y sobre todo, por las graves consecuencias que pueden derivarse de un ejercicio periodístico tendencioso e irresponsable. En este sentido, se debe hablar de Japón, cuyos canales públicos de televisión, sosegados y rigurosos en su cobertura del desastre nuclear, se están comparando con el histrionismo morboso y comercial de los medios occidentales.
Hay más ejemplos. Con el huracán Katrina, en Nueva Orleans, se dieron “informaciones” sobre saqueos, violencia en las calles e historias rocambolescas que criminalizaban a las víctimas y daban coartada a la gestión represora de un Gobierno poco interesado en la ayuda humanitaria.
Existe, además, una tendencia a aprovechar los desastres para reforzar los postulados ideológicos del medio, como ocurrió con el terremoto de Perú de 2007, cuando los medios acusaron a Chávez de enviar latas de alimento con propaganda política, según “revelaba” una foto sin firma de una noticia sin firma en un periódico regional. La realidad es que nadie llegó a ver aquellos envases.
Otras veces, al interés político se le añade la necesidad de construir una realidad simple que pueda venderse fácilmente. Es lo que sucede hoy en Libia, con denuncias falsas sobre fosas comunes y bombardeos del régimen a la población civil en determinadas ciudades. El periodismo debe explicar y denunciar la realidad; no deformarla para servir a intereses espurios. Félix Povedano Mínguez.

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