jueves, 9 de abril de 2009

Fantasías liberales

El martes 7 de abril, El País publicó un artículo de José María Lassalle, secretario de estudios del PP y diputado por Cantabria, en el que el autor arremete contra los opositores al pensamiento liberal, al tiempo que los tacha de "oportunistas" por reivindicar dicha oposición durante la actual coyuntura de crisis económica. Sin embargo, los argumentos que explicarían dicha tesis brillan por su ausencia.
Este señor asegura que el pensamiento liberal surge de "la lucha contra la crueldad". Esto es infantil, además de falso. El liberalismo en su vertiente económica (capitalismo, por simplificar) nace como la evolución de las fuerzas productivas que da paso del feudalismo a un nuevo orden. El liberalismo en su vertiente "ético-política" es la superestructura que responde a las exigencias materiales de ese nuevo orden, si bien, existen otras formas de organización más autoritarias que adquieren sentido cuando surgen conflictos en el seno del modo de producción capitalista.
Por otro lado, se lamenta de que haya vuelto esa retórica antiliberal que "parecía felizmente superada". Esto no hace sino evidenciar los dogmatismos de los liberales, impositores del pensamiento único, que declararon triunfalmente en su día "el fin de la Historia".
Asimismo, el autor duda del carácter antisocial del liberalismo. ¿Cómo puede cuestionar esto cuando, los voceros de esta corriente de pensamiento no hacen más que impulsar la participación y el dominino de la empresa privada en sectores como la sanidad o la educación? Podemos hablar de Bolonia y el sometimiento de los contenidos académicos a los intereses sectários de las empresas. ¿Hacer negocio con los que debieran ser derechos fundamentales de las personas no es un acto antisocial?
El señor Lassalle dice que aboga por un Estado social que combine la cmpetencia con la "justa distribución de los frutos del trabajo", pero sin subvertir el sistema de propiedad individual. Esto es imposible; en tanto que se legitime la propiedad privada, y por ende la explotación capitalista con su consiguiente compra de la fuerza de trabajo (físico o intelectual) del asalariado y apropiación del plusvalor, se tiene que negar, necesáriamente, esa "justa distribución de los frutos del trabajo".
Llama la atención que un liberal se agarre como un calvo ardiendo a la libre competencia (condición fundamental del capitalismo), ya que ésta queda obsoleta a medida que el propio sistema capitalista, en su desarrollo, tiende a la concentración y acumulación de capital, a la formación de cárteles, trusts y monopolios. No son excepciones las guerras motivadas por las ansias de expansión que las grandes corporaciones experimentan durante el desarrollo del libre mercado. ¿No le parece esto al señor Lassalle muestras suficientes de carácter antisocial del liberalismo?
Como resulta inevitable reconocer las oscuras consecuencias de esto años de especial libertinaje económico, nuestro querido diputado se apresura a separar "la mano invisible de Adam Smith de la sinvergonzonería de los Madoff y compañía". Como los hipócritas del catolicismo, vincula los "triunfos" de su pensamiento a la teoría, mientras que justifica los fracasos con una supusta mala aplicación de la misma.
En una de sus numerosas citas (a veces pedantes, a veces absurdas), esta vez de un tal Eamonn Butler, afirma que "las desigualdades son siempre mayores cuando lo que cuenta es el poder, no el dinero". Sorprende esta sentencia, pues en el liberalismo económico es la propiedad privada del capital, y por lo tanto la facultad de hacer mayor fortuna, la que te ofrece una verdadera situación de poder.
Por otro lado, dice que "ni es la hora de la socialdemocracia, ni del furor neoliberal que siguen esgrimiendo algunos; por cierto, más obsesionados por hacerse perdonar sus pecados de juventud maoísta o trotskista que por reclamar un mercado de competencia...". Claro, entonces, por esa regla podemos decir que la mayor parte de sus compañeros de partido se dedican a atacar el terrorismo de ETA para hacerse perdonar sus pecados de connivencia con el terrorismo franquista, más que por verdaderos deseos de paz.
Este señor ignora que se contradice cuando relaciona liberalismo con democracia y, al mismo tiempo, señala a aquél como adalid de la lucha contra el autotitarismo y el absolutismo. ¿O es que no existían el mercado y la propiedad en la España franquista?, ¿y qué hay del Chile de Pinochet?, ¿no experimentó allí a sus anchas la Escuela Económica de Chicago con el ultraliberal Milton Friedaman a la cabeza?, ¿era ese régimen una democracia?
Ignora, además, que, entanto que toda política liberal es antisocial, los "triunfos sociales" en las democracias liberal-burguesas se deben a las históricas luchas obreras y a las reflexiones de aquellos intelectuales izquierdistas contra los que desata sus injustificadas críticas. Ignora que el contrapoder que supuso la URSS influyó de manera muy positiva en los avances sociales del bloque capitalista, avances que empezaron a retroceder tras la caída del muro.
Estos demócratas liberales, que han tachado de arcaico a todo el que reivindicaba a Marx, son los mismos que, con la pedantería que les carecteriza, citan sin ningún reparo a numerosos autores, algunos de un siglo antes de Marx. Eso no es arcaico, es culto. Luego nos obsequian con artículos como el de Lassalle, llenos de sentencias y consignas carentes de argumentación alguna.
Estúpidos.

jueves, 26 de marzo de 2009

Ministros de dios, opresores del pueblo

La iglesia católica ha vuelto al ataque con las mismas consignas reaccionarias de siempre. Estos últimos días hemos podido observar por nuestras ciudades los grandes carteles con los que las élites del catolicismo español están materializando su última cruzada. En dichos carteles aparce un lince con las letras de PROTEGIDO (por cierto, la especie que han elegido carece de tal protección) y junto a él, un bebé que pregunta ¿Y YO?

Supongo que con este derroche de demagogia pretenden deslegitimar prácticas democráticas como el aborto y la selección de embriones. Al margen de esta provocación de los clérigos españoles, el papa, nazinger, por su parte, también se ha dejado ver (y lo que es peor, oir), esta vez en África. Allí, donde se encuentran dos terceras partes de los 33 millones de personas infectadas con el virus del sida en el mundo, este individuo ha afirmado que la distribución del preservativo, lejos de solucionar el problema del sida, lo agrava.

Que los católicos critiquen el uso de los anticonceptivos alegando razones morales me parece una desverguenza, pues hay que tener falta de sensibilidad humana para predicar una moral que prohibe no sólo el mero placer sexual, sino también la protección de las personas ante posibles enfermedades. Sin embargo, esto es algo a lo ya que estamos acostumbrados , y por ello no hacemos demasiado caso. Ahora bien, que el líder internacional de estos católicos cuestione el preservativo por razones técnicas roza la locura, ¿cómo puede negar algo que está científicamente probado?

Si hubiera dicho esto en España, por ejemplo, se entendería como una simple tomadura de pelo. Pero el problema es que lo ha dicho en África, el lugar del mundo más afectado por el problema del sida. Un lugar donde la población no tiene el mismo conocimeinto que los españoles (por ejemplo) sobre esta enfermedad y los métodos para su prevención. Una población más ignorante en este aspecto y , por consiguiente, más desprotegida.

Por ello, desgraciadamente, sus palabras tendrán allí mayor acogida que en otro lugar del mundo. Ante esta situación, necesáriamente el papa se convierte en uno de los responsbles directos de los próximos contagios de sida por transmisión sexual en África. Necesáriamente, el pontífice tendrá las manos manchadas de sangre, y sus colegas españoles se verán obligados a cambiar el cartel del lince y el bebé por otro en el que salga un embrión con el cartel de PROTEGIDO, junto a un niño negro que se pregunta ¿ Y YO?

jueves, 12 de marzo de 2009

Crónica de la manifestación anti-Bolonia

Cojo la Renfe en Móstoles. Una vez dentro del tren me siento junto a un chico; alto, moreno, con una sudadera que delata ya su destino. La primera impresión que tengo al ver su cara es que se trata de un chico reivindicativo, algo infantil, y bastante cándido.
Enfrente dos chicas que hablan de las pasadas manifestaciones. Critican a algunos de los compañeros que han decidido quedarse en clase. Por su aspecto, no habría deducido a dónde iban.

11:57, Atocha. Bajo apresuradamente del vagón y pierdo de vista a las diferentes personas cuyo destino he ido adivinando durante el viaje. Afuera encuentro algunos grupitos de gente esperando a otra gente, ninguna aglomeración, así que continúo caminando. De repente veo a lo lejos una tricolor - ahí están- pienso. Me dirijo a cruzar la gran calle junto con un numeroso grupo de personas y me introduzco en un mogollón que podríamos considerar como el núcleo de la mani. Calculo que a penas somos unos mil.

Cerrando la manifestación, todavía inmóvil, se encuentran la Juventud Comunista (la del PCE), la CNT e Izquierda Castellana (estos últimos no son muchos pero llevan banderas muy grandes). Un poco más adelante hay otras pancartas de asambleas de estudiantes contra Bolonia. Tras un breve rodeo, me acerco a una que parece ser más combativa (o al menos gritan más y con más gracia). Las organizaciones políticas presentes aprovechan la espera para repartir algún pasquín propagandístico e iformativo.

Como quince minutos más tarde comienza la marcha. El calor es intenso (para mí terrible, pues llevo un chaquetón de abrigo cuando el resto va en manga corta). Se oyen cánticos tales como "oh no Bolonia no..." o "ni LOU ni Bolonia ni precariedad, fuera las empresas de la Universidad". Yo no canto mucho de momento; suelo ser tímido en los inicios, y más si voy sólo.

El trayecto es bastante largo: Atocha-Ministerio de Educación. A medida que avanzamos la marcha va adquiriendo más ambiente. Ahora ya no cesamos de cantar ni un instante. Al llegar a Sol, los cánticos se intensifican y volvemos al grito de "sanidad y educación, no a la privatización". Me sorprende la vehemencia con la que estamos llegando a gritar, parece como si el salir de esas callejuelas y entrar en un sitio más concurrido nos hubiera dado un chute de adrenalina.

Una vez en el Ministerio de Educación, con el calor otra vez agobiando (aunque a mí no tanto como antes porque se me ha ocurrido quitarme la chaqueta), se oyen consignas pidiendo un referéndum. Algunos empiezana alentar a las masas para que continuemos la manifestación hasta Cibeles. Imposible, el cordón policial ya lo tenía previsto. Es entonces cuando se inician los cánticos en contra de la policía.

En vista de que es harto dificil superar ese cordón de manera pacífica, optamos por darnos la vuelta y continuar la marcha en sentido contrario. Rápido, rápido, que nos cortan- expetan los más adelantados a los de atrás. La marcha avanza a paso ligero para evitar que las fuerzas del orden formen otro cordón que nos impida el paso. Hay que darse prisa y no dividir el grupo, pues otros agentes se han dado cuentan y comienzan a andar más deprisa.

Los de azulón van posicionándose en medio de la carretera, cortando un carril y obligándonos a continuar por la acera. Yo estoy en el grupo que va en cabeza. Nos detenemso para que no se forme un hueco demasiado grande entre nosotros y el grupo que nos sigue, más numeroso, y la Policía nos divida y disperse. No hay que separarse, formemos un bloque; ésa es la consigna.

Ahora ya más compacto el grupo, continúa la manifestación, no sin sobresaltos, pues las fuerzas del orden se empeñan en poner orden y aceleran su paso. Algunos estudiantes se ponen nerviosos y echan a correr. Yo me giro y no veo peligro, pero corro igualmente (el nerviosismo se contagia). No corrais, no corraris, todos juntos- gritan algunos. No pasa nada, no pasa nada- continúan. Es verdad, no pasa nada.

Avanzamos calle abajo, dirección Sol. Es curioso; a pesar de ser ya ilegal la manifestación, somos unos mil (la marcha llegó a contar con 3000 ò 4000, calculo) y las reivindicaciones son mucho más intensas. Quzá sea porque los que quedamos somos más conscientes políticamente. No sé. De vez en cuando nos damos la vuelta, halzamos las manos y, dirigiéndonos a los policias que nos siguen, gritamos "éstas son nuestras armas".

No sé que ocurré detras, pero oigo algo así como "¡que cargan eh!", y empezamos a correr atropelladamente. Algunos nos vmaos a la acera, donde nos sentimos más seguros. De nuevo no ha pasado nada. Seguimos por Sol con nuestros ya típicos cánticos "A-anti-anticapitalista". En el centro de la capital nos obseva la gente y, al pasar junto a un grupo de obreros, aumentamos el volúmen de nuestras voces. Ellos nos reciben con sonrisas de complicidad y algún que otro aplauso.

Mi grupo, el que va encabeza, ahora ya va demasiado en cabeza. Nos detenemos para esperar al resto y reconstruir el bloque. Atravesamos Preciados, como ejército victorioso que entra en su feudo. La gente nos mira. Alguien ve que al final de la calle nos espera más policía, por lo que nos metemos hacia una calle colindante. Otro, al mirar hacia atrñas, exclama- ¡joder, cuántos somos!-. La euforia se extiende y otro anónimo dice agitado- ¡a Gran Vía!-. Dicho y hecho. Al grito de "¡unión, acción, autogestión!, llegamos a nuestro sigueinte destino. Y cortamos la Gran Vía.

Cuando aparecen los de azuón volvemos a correr. En esos momentos sientes como si supieras que un chico mayor y más grande que tú te está esperando a la salida del colegio. Escapamos en repetidas ocasiones por distintas calles que cortan a la principal. En una de estas escapadas veo de lejos a las fuerzas del orden poner orden con los instrumentos con los que les dotamos los contribuyentes. Un grupo de unos 6 nos metemos en el metro. Hasta aquí hemos podido llegar, el resto (ya menos numerosos) han sido cercados y golpeados en la calle San Bernardo. El saldo: tres detenidos.

Por poco- me dice un chico sofocado que está sentado en un banco del metro. Intercambiamos brevemente impresiones de lo ocurrido. Tenemos que aprender de Grecia- me dice. Nos queda mucho- contesto.

Ya en el autobús, relajado (a mí la 521 me relaja, me permite evadirme), reflexiono sobre la jornada de tres horas de manifestación. Me acuerdo que uno de los que contribuyeron a extender la marcha era el chico del tren de ida. Para nada acerté con el perfil. Ya me sobresaltó su voz al oirle coger el teléfono en la Renfe. Horas después, me volvió a sorprender cuando, con cara de ir muy en serio y de estar dispuesto a todo, gritó- ¡somos más!, ¡el pueblo unido jamás será vencido! He de reconocer que verme rodeado de gente tan consciente, tan de acción, me sentí algo inquieto.

Continuando con mi reflexión en la 521, pienso que la manifestación ha sido un éxito. El ambiente superó con creces las anteriores. Quizás algo de menos alfuencia que en la última, no sé. La paradoja es que ahora, es posible que la cobertura mediática que se nos da sea mayor, sin embargo, las jornadas de movilización son boicoteadas con mayor dureza. Muchos se enteran de que ha habido una huelga cuando encienden la televisión ese mismo día. Otros, quizas sí lo sabían, y quizás sean una mayoría quienes rechazan el EEES, pero no basta con estar en contra, también tiene que parecerlo.

Con todo, una vez más, fueron los menos quienes reivindicaron los derechos de los más, y por ello, algunos fueron golpeados por las negras porras de la democracia.

domingo, 15 de febrero de 2009

Sobre Chávez. Carta abierta a El País

El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, presenta hoy a referendo una enmienda a la Constitución de la República para acabar con la normativa actual que limita la reelección de los cargos de alcalde, gobernador y presidente a dos legislaturas y a tres la de los parlamentarios de cada estado y nacionales. A pesar de la afirmación del periódico El País, del 15 de febrero, de que Chávez pretende "reformar la ley para perpetuarse en el poder", lo que en realidad se propone es que los cargos antes citados puedan postularse como candidatos en unas elecciones tantas veces quieran, siendo únicamente los ciudadanos quienes decidan si el candidato seguirá o no gobernando.

Resulta algo contradictorio que este periódico critique la iniciativa de enmienda a la limitación de las reelecciones aprobada por la Asamblea Nacional y refrendada por más de seis millones de firmas de los venezolanos, cuando en España, al igual que en otros 16 países de la Unión Europea, no existe tal limitación, y sobre todo sorprende porque quienes más se han valido de esa libertad para "perpetuarse en el poder" (como dice El País) han sido precisamente líderes del PSOE, partido con el que ese periódico mantiene algo más que afinidad política. Véanse los casos de Manuel Chaves, en Andalucía, que lleva en el cargo desde 1990, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente de Extremadura desde 1983 hasta 2007, o Felipe González, presidente del gobierno de España entre los años 1982 y 1996, quien, por cierto, no se retiró voluntariamente, sino que hubo de perder las elecciones para retirarse ¿Por qué El País nunca ha tratado a estos señores con la misma hostilidad que emplea con el presidente de Venezuela?

Por otro lado, el señor Moisés Naím, en su artículo titulado Preguntas venezolanas, se pregunta si Venezuela es una democracia, y él mismo responde: "Sí, si por democracia se entienden elecciones en las cuales el Gobierno hace uso indiscriminado y abusivo de los recursos públicos para influir en los resultados. O si por democracia se entiende un sistema en el cual, al perder el año pasado un referéndum sobre la posibilidad de ser reelegido indefinidamente el presidente, Chávez anunció que lo volvería a repetir "tantas veces como sea necesario". O un sistema donde el presidente controla directamente el Parlamento, el Tribunal Supremo, el árbitro electoral, las fuerzas armadas, el banco central y la industria que es la principal generadora de divisas del país".

En primer lugar, el referendo que Chávez perdió el año pasado no trataba de manera exclusiva-como el autor da a entender- sobre la posibilidad de ser reelegido indefinidamente. Era una consulta a la ciudadanía sobre una reforma constitucional que afectaba a 68 artículos, aparte del referente a la reelección, y que, al contrario que esta vez, no proponía la posiblidad de reelección de los otros cargos. En este sentido y, siguiendo la misma línea argumentativa sobre los plebiscitos, resulta extaño que ni el autor ni El País hagan referencia al carácter antidemocrático del referendo"NO vinculante"para la construcción de una Constitución europea.

En segundo lugar, el señor Moisés Naím cuestiona el carácter democrático del presidente por hacer un uso"indiscriminado y abusivo" los recursos públicos para influir en el resultado de las elecciones. Quizá a usted le parezca más democrático que los dos grandes partidos españoles, PSOE y PP- que se alternan el poder gracias a una ley electoral que hace que un diputado les cueste 65000 votos mientras que a IU le cuesta casi 500000- utilicen además el dinero de los bancos para realizar sus campañas, creándose así una situación de sumisión de los partidos políticos a las entidades bancarias, ¿o a caso cree el autor que PSOE y PP se atreverán a morder la mano que les da de comer? ¿ y qué me dicen de la manipulación a la que los sucesivos gobiernos españoles han sometido a la audiencia mediante su control de la televisión pública?

Otra de sus críticas a la democracia de Venezuela se basa en una supuesta concentración de poder por parte del presidente. Bien, es cierto que el control del Estado por una élite (entendamos por "élite"el ejecutivo de gobierno, pues es infantil pensar que el propio Chávez se va a hacer cargo de la totalidad de las tareas) siempre llevará consigo la tendencia hacia un poder despótico, pero, ¿no es más demcrático que sea una élite elegida en las urnas y que tenga ciertos valores "socialistas" quien gobierne a que sean grandes compañías privadas, jueces politizados o un ejército independiente de los valores constitucionales quienes determinen los designios del país? Quizá los señores de El País preferirían que la industria venezolana estuviera controlada exclusivamente por alguna multinacional española, que el Banco Central de Venezuela, en su legítima independencia, pidiera abaratar el despido, como ha hecho aquí el Banco de España, o que las fuerzas armadas de la República Bolivariana gozaran de una indepencia y una moral tan particular como tuvo en su día el ejército español, cuando, una buena parte de sus integrantes intentó dar un golpe de Estado, allá por el año 81.

Respecto a la noticia titulada de manera sensacionalista Chávez quiere volver a ser Chávez, sería conveniente hacer una revisión, pues, el sesgo en la aportación de datos y en la afirmación de determinadas cosas es más que evidente. Empecemos por el primer párrafo, donde se narra de manera novelesca cómo un reportero recibe una llamada de Hugo Chávez al móvil que se había comprado el día anterior ("Te habla Hugo Chávez", son las primeras palabras que escucha atónito el reportero). Nuestro reportero amigo se pregunta cómo ha conseguido Chávez su número de celular, adquirido tan sólo unas horas antes. Un poco má abajo, después de que haya transmitido al lector una sensación de Estado policial, nos reconoce el corresponsal que tan sólo era una gravación que escucharán los usuarios de la compañía nacionalizada Movilet. Curiosa manera de cuestionar las estrategias electorales del presidente, y más si tenemos en cuenta que toda innovación en este campo llevada a cabo en Estados Unidos, para El País es un ejemplo más de la avanzada democracia del país norteño.

El autor de la noticia, Pablo Ordaz, continúa aportando una serie de datos como que "en algunos lugares de Venezuela no llega nunca el agua o la leche", "la inflación es del 31% y del 41% en los alimentos", "la inseguridad aumenta a un ritmo vertiginoso" o que "el sicariato es ya un problema latente en Venezuela". Son datos objetivos, dirán los señores de El País y la oposición reaccionaria de Venezuela. Y no dudo que lo sean en su mayoría, pero, aportar datos descontextualizados con la clara intención de degradar la imagen de un gobierno, cuando Venezuela, ahora y siempre, al igual que todo país latinoamericano, ha tenido este tipo de carencias y cuando, además, en el período de gobierno de Chávez ha habido una innegable mejora de las condiciones sociales de la clase trabajadora, supone una manipulación descarada. De la misa manera que abordar el tema de la nueva izquierda emergente en Latinoamérica únicamente con articulistas reaccionarios como Vargas LLosa o Rosa Montero evidencia el poco estima que El País tiene por la ética periodística.

He aquí una serie de datos que El País ha olvidado en el número de hoy: en 10 años Venezuela ha pasado de ser unos de los países más desiguales del continente a ser el menos desigual; la pobreza bajó en los años de Chávez del 51% de la población al 28,5-25%; la pobreza extrema bajó del 25% al 8,5-7%; por su parte, el paro descendió del 11% al 7,4%; el 14% del gasto público se destina a gasto social. Todos ellos son datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) oganismo que depende de la ONU.

Somos muchos los que no entendemos la campaña de acoso y derribo contra el gobierno de Venezuela (y el de Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua... ) perpetrada por el diario español. Es posible que tengan algo que ver las inversiones que la empresa propietaria de El País, PRISA, mantiene en el sur del continente americano, de las cuales podemos destacar las inversiones cruzadas con el grupo Cisneros, el mayor grupo mediático del país. Además, la cadena televisiva de dicho grupo, Venevisión, es una de las banderas de la oposición , especialmente desde que se la implica en el golpe de Estado que quiso derrocara Chávez en abril de 2002. Es destacable también que empresas como REPSOL-YPF, susceptibles de tener controversias con los nuevos gobiernos izquierdistas, sean para El País una fuente de ingresos millonarios por publicidad. Podemos hablar también de Telefónica, compañía líder en América Latina, que es uno de los grandes accionistas de Sogecable, grupo televisivo controlado por PRISA.

La falta de rigor informativo de El País, sus intereses sectarios y su línea editorial de marcado corte derechista me obligan a defender a un líder reformista y patriotero como es Hugo Chávez. Este señor, su Partido Socialista Unido de Venezuela, su "Revolución Bolivariana" y sus homólogos en otros países no son para mí más que los actores de la construcción de un socialismo reformista, institucional, colaboracionista, nacionalista, cristiano, y dirigido, en el caso de Venezuela y Ecuador, por unos líderes que torpedean el proceso con su anquilosamiento en el sistema institucional y su paternalismo grosero. Con todo, gracias a estos gobiernos, los diferentes pueblos de Latinamérica han empezado a emanciparse tímidamente del poder neoliberal y de la dependiencia del capital monopolista extrajero que los ha estado somentiendo a miseria, corrupción, violencia y privación sistemática de los bienes y servicios más esenciales, en beneficio de las compañías privadas y los gobiernos títeres del sur del continente.

Sé que un periódico como El País, que pertenece a un gran grupo empresarial y que vive de los ingresos publicitarios de empresas, entidades bancarias y demás instituciones que a su vez sobreviven únicamente por la permanencia del sistema capitalista, nunca podrá tratar la información de manera rigurosa, tal como lo requiere la profesión periodística. Sin embargo, les aconsejo que cuiden algunas de sus publicaciones, que guarden su retórica ordinaria y disimulen mínimamente su carácter conservador y retrógrado, y se lo aconsejo porque, no sé si saben que una buena parte de su público objetivo (con ustedes hay que hablar en términos empresariales) está formado por gente progresista que, sin ser grandes enemigos del sistema, aborrecen los ramalazos ultraderechista que cada vez más a menudo a ustedes se les escapan. Hagan caso a esta recomendación que un humilde estudiante de segundo de periodismo (sí, mi interés por todo tipo de prensa es el motivo por el que leo su periódico), les hace, háganlo, aunque sólo sea por esa parte de su público objetivo progresista que, inexplicablemente, les sigue leyendo.

jueves, 12 de febrero de 2009

god save the Juancar

Todos los años, en febrero, a medida que se acerca el día 23 los medios de comunicación se encargan de rememorar el fallido golpe de Estado perpetrado ese mismo día por algunas fuerzas del ejército. Este año no ha sido una excepción, sin embargo, la cobertura informativa ha empezado más pronto que otros años y de manera más intensa, al menos por parte de Televisión Española (TVE). También he notado que, en esta ocasión, el interés en aprovechar la fecha para reforzar la figura del rey de manera oportunista ha sido más descarada.

De esto se ha tenido que dar cuenta quien haya seguido con mayor o menor interés la programación de TVE estos últimos días. Por ejemplo, podemos hablar de la miniserie de dos capítulos a la que han dado el clarificador título de El día más difícil del rey, la cual nos ha ofrecido a un monarca con unas cualidades extraordinarias, heroico, salvador, tan sólo comparable a Barack Obama. La miniserie tiene la osadía de contarnos aquello que sólo un reducido número de hombres sabe: lo que ocurrió en la Casa Real en aquellas horas, el papel que en realidad jugó el rey, sus verdaderas intenciones, sus relaciones con los golpistas. Parece ser que los señores de TVE tienen muy claros todos estos aspectos, por la recreación que han hecho se ve que no tienen duda de que el rey salvó la "democracia" y que es a él (o quizá debería decir Él) a quien debemos nuestras actuales "libertades".

La miniserie histórica, que bien podían haber titulado "Oda al rey", fue más que nada una comedia de mal gusto. Si bien , no ha sido el único programa digno de mencionar. Una vez terminado el primer capítulo de esta comedia de ficción, TVE emitió el habitual debate nocturno de 59 segundos, que fue justo el tiempo que tardé en aborrecer el programa. En la edición del martes dejaron un espacio al fianal para tratar el tema del golpe de Estado, y para ello invitaron a Fraga, Manuel Marín (expresidente del Congreso), felipe Acaraz (PCE e IU), un señor de Eusko Alkartasuna, el periodista Fernando Ónega y una mujer, también periodista (no sé si me dejo a alguien). Pues bien, el programa consistió en repetirnos con diferentes palabras y desde diferentes bocas todo lo que le debemos al rey y lo bien que vivimos ahora. Únicamente, el nacionalista vasco y Felipe Alcaraz discreparon del papel que jugó el monarca ese día y se preguntaron por qué tardó tantas horas en salir por televisión para dar el esperado discurso. Esto les valió para que el resto de los contertulios, a quienes se les llenaba la boca al hablar de la democracia y de la libertad, replicaran, de manera déspota y fascista, que la historia es como se cuenta, que el rey nos salvó, que es así y que quien discrepa lo que quiere es inventarse fantasmas.

Así, mediante un acoso mediático e institucional, el gobierno y los medios llevan a cabo una campaña agresiva para perpetuar la historia oficial de la transición, del golpe y de estos años de partidocracia monárquica y capitalista. Bajo esos entrañables programas que "recrean" nuestro pasado más reciente, se esconde la verdadera intención del Estado actual de borrar todo ápice de debate histórico, de crítica o de discrepancia. Mediante ligeros y amenos formatos pseudo-periodístico-televisivos envía su propaganda el sistema. Pretenden dar veracidad a una serie de hechos históricos bombardeándonos de manera continua con la misma versión estructurada.

La verdad que, viendo la desesperación con la que se defiende a la monarquía últimamente, empiezo a pensar que realmente tiene los días contados y, lejos de lograr su objetivo, hacen más evidente la agonía de una institución que al caer va a dejar tambaleándose al resto de la estructura a la que siempre ha ido ligada. En mi opinión, es probable que cuando caiga el decrépito que ostenta la jefatura del Estado caerá con él la misma monarqía, pues, como se suele decir, en España no hay monárquicos, sino juancarlistas. De la misa manera, pienso que quedará bastante desestabilizado el resto de la estructura política, ya que, tras la dictadura fascista, lo que se construyó formó parte de un todo. Es decir, que, cuando caigan los borbones, lo lógico sería que el resto del régimen que se edificó tras la muerte del tirano empiece también a descomponerse. Monarquía, Constitución, bipartidismo, sistema autonómico, acuerdos con la Iglesia, sindicatos institucionalizados, etc. serán estructuras arcaicas que habrán perdido su ser.

Los tambaleos a los que se verá cada más envuelta la monarquía, junto con la crisis económica que, esperemos siga dejando en evidencia la naturaleza criminal del capitalismo, lejos de inquietarnos, deben ser vistos como una oportunidad, como un potencial conflicto que genere debate. El simple hecho de empezar a cuestionar las cosas nos posicionará ante esa lejana utopía que llamamos democracia.

miércoles, 21 de enero de 2009

Locura transitoria

EL día 20 de enero de 2009, Barack Obama tomó posesión de su cargo de presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Este acontecimiento, o más bien, la aparición de este hombre negro en la escena pública, ha llevado al mundo entero a una situación de éxtasis, a una euforia descontrolada por los grandes cambios que vendrán bajo el brazo de este hombre, según predican los medios de comunicación. En los inicios de este proceso de ilusión colectiva, tan sólo los medios y los partidos políticos de corte menos reaccionario apostaban abiertamente por Obama. Por su parte, la derecha oficial se mostraba reticente ante la posibilidad de que un hombre negro, joven y del partido Demócrata pudiese optar a la presidencia americana.

Con el paso del tiempo, el protagonismo de este hombre fue creciendo a la par que las ambiguas connotaciones de cambio que le acompañaban. Cuando su victoria se convirtió en una obviedad, todos los medios de comunicación del sistema, todos los gobiernos del mundo y, lo que es más relevante, la inmensa mayoría de la ciudadanía internacional estaban del lado de este joven político. Podemos decir, sin riesgo a caer en la exageración, que en estos últimos meses ha nacido un nuevo movimiento: el movimiento Obama.

Sin embargo, ese gran cambio que, además de ser la autoseña de identidad de Obama y de haber sido asumido ciegamente por todos, está exento de la más mínima concreción, y por ende, de la más mínima credibilidad. En este tiempo nos han bombardeado desde los medios con la idea de que Obama iba a marcar un antes y un después, y sin embargo, no han sido capaces de transmitirnos la serie de políticas concretas, de puntos programáticos que haría que toda esta broma mediática tuviera cierta credibilidad. Obama es sólo marketing, una imagen, una marca, un nuevo mercado para las empresas del entretenimioento y la comunicación. Y si no, ¿cómo se explica que, despues de meses anunciando el gran cambio digan los "expertos" que lo único que no está muy claro del nuevo héroe internacional es su ideología? Esto es cierto, ocurrió en noticias Cuatro. Comentarios de este tipo parecen más bien una tomadura de pelo. Si no conocemos ni su ideología ni su programa, ¿en qué nos estamos basando para decir que Obama va marcar un antes y un después?, ¿cuáles son las razones que justifican esa enorme ilusión mediatizada?

Gracias a este fenómeno se ven situaciones bastante curiosas, como el hecho de que, los que en un principio cuestionaron al nuevo presidente de EE UU, ahora, al ver que no pueden ir contra viento y marea, cambien su estrategia y se dediquen a acercar la ambigua imagen de Obama a sus propios ideales. Ya no cuestionamos a Obama, sino que hacemos interpretaciones interesadas de su discurso para conciliarlo con el nuestro. Esto es lo que ocurre cuando emerge un nuevo líder carismático e indiscutible con el que, al menos en el corto o medio plazo, no podremos enfrentarnos.

Los que piensen que el nuevo presidente electo va a suponer una ruptura con la tradicional política de EE UU se equivocan de plano. En primer lugar, porque el nuevo líder carece de los valores progresistas que algunos han querido ver en él. Y en segundo lugar, porque, aunque fuese el más ferviente defensor del socialismo, no podría luchar contra toda una estructura, contra todo un sistema, pues, en la inmensa mayoría de los países no son los gobiernos electos quienes detentan las mayores cotas de poder, sino los poderes empresariales, la banca y otros múltiples grupos de presión (véase el lobby israelí, por poner un ejemplo). Quiero decir que el problema de EE UU (y de cualquier otra democracia liberal-burguesa) no reside en políticos incompetentes, sino en el modo de producción capitalista con su subcultura y con las estructuras reaccionarias que lo sustentan. Claro que son importantes los gobiernos, pero su papel se reduce a la gestión dentro de un sistema que aceptan por dogma y al que protegen con las leyes que fabrican. Es decir, que los gobiernos tienen todo el poder para mantener el sistema vigente, pero ninguno para cambiarlo. En este sentido, supone un gran acto de fe pensar que Obama va a cambiar la tradicional política exterior imperialista de EE UU, ya que, si, como decimos, el poder real está en manos de transnacionales y grupos de presión, el giro en esta política se presenta bastante improbable, y más teniendo en cuenta los cuantiosos beneficios que recibe el poder económico del mercado de la guerra. A modo de ejemplo podemos destacar a Blackwater, una empresa militar privada integrada por mercenarios, o todas aquellas empresas implicadas en la reconstrucción del país que los propios EE UU acaban de arrasar, o esas otras que se introducen en los campementos miltares que los marines montan en los países que invaden, véase Pizza Hut o Burger King.

En el caso que nos ataña ahora, las razones de esta sinrazón son claras: la euforia colectiva es un fiel reflejo de la crisis global del sistema, y no me refiero sólo a la crisis económica-financiera, también hablo de la crisis alimetaria, energética, institucional, democrática, medioambiental, filosófica, etc. La ingenua esperanza en la capacidad salvadora del nuevo líder carismático es consecuencia de una creciente desesperación generalizada, lo cual me recuerda a los fascismos de los años 30, que tenían una estética similar a la que rodea hoy a Obama y que surgieron debido a profundas crisis, pues fueron entendidos (o más bien, buscados desesperadamente) como salida de las mismas.

A todos aquellos que han caído en las redes de la basura mediática que intenta perpetuar el sistema cambiándolo de cara, les recomiendo que lean el discurso del señor Obama. O mejor, que empiecen por ver la portada de Público, del día 21 de enero, en la que aparece la mano del cambio jurando sobre una biblia, lo cual ya nos dice bastante de la pantomima que estamos viviendo. Con todo, el discurso no tiene desperdicio. En él podemos encontrar referencias a la "guerra" de EE UU con el mundo malo; continuas citas a dios, evidenciando el Estado semiteológico en el que viven; reivindicaciones del sistema de mercado (que "crea riqueza y libertad"), con tan sólo una tímida critica a "la codicia de unos pocos" cuando habla de la necesidad de un "ojo supervisor"; equiparaciones del fascismo y el comunismo, etc.

Éstas son las perlas de un hombre que defiende sin complejos la economía de libre mercado, la misma que nos ha llevado a la actual crisis de civilización; un hombre que no tiene ningún interés en universalizar la sanidad pública, sino en abaratar la privada; un hombre que defiende la intervención del Estado en la economía sólo cuando se trata de salvar los negocios de la burguesía con el dinero de los contribuyentes para después volver al dogma liberal y negar esa intervención en beneficio de los trabajadores, dotándolos de una mayor cobertura social; el mismo que pronuncia continuas exaltaciones a la patria, propias de una nación que se cree el centro del mundo, una nación que, más que joven, como dicen algunos, es parbularia, infantil, simplona; una nación que para confiar en sus líderes necesita conocer a sus hijos, a sus mujeres y verlos bailar y quererse como buenos cristianos, sencillos, familiares y, por supuesto, muy muy americanos.

Así que, despierten cuanto antes los que aún andan recreándose en esta locura transitoria. Abran los ojos, maduren y acéptenlo: Obama no existe; son los padres.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

La secta de los miserables

La navidad es la época del año en que esa institución sucia y opresora llamada Iglesia intensifica su campaña de intoxicación a las masas, la época en que la mentira hecha Historia se presenta en forma de tradición. Es en estas fechas cuando la Iglesia se empeña más en predicar amor y solidaridad, precisamente lo que les falta a los reaccionarios de sus representantes durante todo el año, lo que les falta también a los hipócritas de sus súbditos, en su mayoría seres individualistas, simplones y faltos del más mínimo ápice de conciencia social. Sí, los "moralistas" por antonomasia, los de las buenas obras en navidad, los que adoran a su familia, los del amor y la paz, representan el nihilismo más despreciable durante el resto del año.

Es increíble el cinismo que desprenden todos estos herederos de la Inquisición y los meapilas que los apoyan. A su vez, los segundos, esas almas cándidas, desarrollan un cinismo de segundo grado, pues se horrorizan con la más inofensiva crítica hacia la Iglesia, cuando ellos se saltan todos los días las exigencias menos amables de su religión, esto es: aman a Dios pero les gusta más follar. De la misma manera, asumen principios tales como la solidaridad, la caridad, el amor al prójimo, etc, pero se niegan a alinearse con movimientos socialistas revolucionarios, los cuales, mediante una transformación profunda de la sociedad, sí desean la consecución de la igualdad y la solidaridad en una comunidad de hombres libres. Pero no, para los seguidores de la secta es preferible la caridad, ya que, de esta manera, impiden un cambio drástico, mantienen en su miseria a todas aquellas almas de Dios susceptibles de ser ayudadas, para así seguir predicando caridad y poder perpetuar indefinidamente su Santa Estafa.

Lo peor de todo es que todavía nos mantienen sumidos en el tercermundismo cultural, pues es inconcebible que en una sociedad que se dice "desarrollada y democrática" parte del dinero público vaya destinado a financiar a la secta católica, de tradición franquista y criminal (valga la redundancia). Otro despropósito es que se imparta la asignatura de religión (no historia de las religiones, sino el dogma de una en particular) en los centros de enseñanza. O que los funerales de Estado sean religiosos, o que los cargos públicos juren su cargo con un crucifijo delante. Y todo esto bajo un Estado ¿¿aconfesional??

Luego algunos se quejarán de que durante la segunda República se quemasen iglesias. Yo, particularmente, no estoy de acuerdo con estas prácticas, pues algunas iglesias tienen un gran valor artístico y pueden ser utilizadas para otros fines más nobles y útiles para la sociedad. Por ello, creo que es bastante más razonable quemar a los propios obispos y demás escoria. Quizá esto no sea sufciente para acabar con la sumisión del hombre a su propia imaginación, pero al menos algunos pasaríamos un buen rato viendo arder a tanto hijo de dios.