domingo, 15 de febrero de 2009

Sobre Chávez. Carta abierta a El País

El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, presenta hoy a referendo una enmienda a la Constitución de la República para acabar con la normativa actual que limita la reelección de los cargos de alcalde, gobernador y presidente a dos legislaturas y a tres la de los parlamentarios de cada estado y nacionales. A pesar de la afirmación del periódico El País, del 15 de febrero, de que Chávez pretende "reformar la ley para perpetuarse en el poder", lo que en realidad se propone es que los cargos antes citados puedan postularse como candidatos en unas elecciones tantas veces quieran, siendo únicamente los ciudadanos quienes decidan si el candidato seguirá o no gobernando.

Resulta algo contradictorio que este periódico critique la iniciativa de enmienda a la limitación de las reelecciones aprobada por la Asamblea Nacional y refrendada por más de seis millones de firmas de los venezolanos, cuando en España, al igual que en otros 16 países de la Unión Europea, no existe tal limitación, y sobre todo sorprende porque quienes más se han valido de esa libertad para "perpetuarse en el poder" (como dice El País) han sido precisamente líderes del PSOE, partido con el que ese periódico mantiene algo más que afinidad política. Véanse los casos de Manuel Chaves, en Andalucía, que lleva en el cargo desde 1990, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente de Extremadura desde 1983 hasta 2007, o Felipe González, presidente del gobierno de España entre los años 1982 y 1996, quien, por cierto, no se retiró voluntariamente, sino que hubo de perder las elecciones para retirarse ¿Por qué El País nunca ha tratado a estos señores con la misma hostilidad que emplea con el presidente de Venezuela?

Por otro lado, el señor Moisés Naím, en su artículo titulado Preguntas venezolanas, se pregunta si Venezuela es una democracia, y él mismo responde: "Sí, si por democracia se entienden elecciones en las cuales el Gobierno hace uso indiscriminado y abusivo de los recursos públicos para influir en los resultados. O si por democracia se entiende un sistema en el cual, al perder el año pasado un referéndum sobre la posibilidad de ser reelegido indefinidamente el presidente, Chávez anunció que lo volvería a repetir "tantas veces como sea necesario". O un sistema donde el presidente controla directamente el Parlamento, el Tribunal Supremo, el árbitro electoral, las fuerzas armadas, el banco central y la industria que es la principal generadora de divisas del país".

En primer lugar, el referendo que Chávez perdió el año pasado no trataba de manera exclusiva-como el autor da a entender- sobre la posibilidad de ser reelegido indefinidamente. Era una consulta a la ciudadanía sobre una reforma constitucional que afectaba a 68 artículos, aparte del referente a la reelección, y que, al contrario que esta vez, no proponía la posiblidad de reelección de los otros cargos. En este sentido y, siguiendo la misma línea argumentativa sobre los plebiscitos, resulta extaño que ni el autor ni El País hagan referencia al carácter antidemocrático del referendo"NO vinculante"para la construcción de una Constitución europea.

En segundo lugar, el señor Moisés Naím cuestiona el carácter democrático del presidente por hacer un uso"indiscriminado y abusivo" los recursos públicos para influir en el resultado de las elecciones. Quizá a usted le parezca más democrático que los dos grandes partidos españoles, PSOE y PP- que se alternan el poder gracias a una ley electoral que hace que un diputado les cueste 65000 votos mientras que a IU le cuesta casi 500000- utilicen además el dinero de los bancos para realizar sus campañas, creándose así una situación de sumisión de los partidos políticos a las entidades bancarias, ¿o a caso cree el autor que PSOE y PP se atreverán a morder la mano que les da de comer? ¿ y qué me dicen de la manipulación a la que los sucesivos gobiernos españoles han sometido a la audiencia mediante su control de la televisión pública?

Otra de sus críticas a la democracia de Venezuela se basa en una supuesta concentración de poder por parte del presidente. Bien, es cierto que el control del Estado por una élite (entendamos por "élite"el ejecutivo de gobierno, pues es infantil pensar que el propio Chávez se va a hacer cargo de la totalidad de las tareas) siempre llevará consigo la tendencia hacia un poder despótico, pero, ¿no es más demcrático que sea una élite elegida en las urnas y que tenga ciertos valores "socialistas" quien gobierne a que sean grandes compañías privadas, jueces politizados o un ejército independiente de los valores constitucionales quienes determinen los designios del país? Quizá los señores de El País preferirían que la industria venezolana estuviera controlada exclusivamente por alguna multinacional española, que el Banco Central de Venezuela, en su legítima independencia, pidiera abaratar el despido, como ha hecho aquí el Banco de España, o que las fuerzas armadas de la República Bolivariana gozaran de una indepencia y una moral tan particular como tuvo en su día el ejército español, cuando, una buena parte de sus integrantes intentó dar un golpe de Estado, allá por el año 81.

Respecto a la noticia titulada de manera sensacionalista Chávez quiere volver a ser Chávez, sería conveniente hacer una revisión, pues, el sesgo en la aportación de datos y en la afirmación de determinadas cosas es más que evidente. Empecemos por el primer párrafo, donde se narra de manera novelesca cómo un reportero recibe una llamada de Hugo Chávez al móvil que se había comprado el día anterior ("Te habla Hugo Chávez", son las primeras palabras que escucha atónito el reportero). Nuestro reportero amigo se pregunta cómo ha conseguido Chávez su número de celular, adquirido tan sólo unas horas antes. Un poco má abajo, después de que haya transmitido al lector una sensación de Estado policial, nos reconoce el corresponsal que tan sólo era una gravación que escucharán los usuarios de la compañía nacionalizada Movilet. Curiosa manera de cuestionar las estrategias electorales del presidente, y más si tenemos en cuenta que toda innovación en este campo llevada a cabo en Estados Unidos, para El País es un ejemplo más de la avanzada democracia del país norteño.

El autor de la noticia, Pablo Ordaz, continúa aportando una serie de datos como que "en algunos lugares de Venezuela no llega nunca el agua o la leche", "la inflación es del 31% y del 41% en los alimentos", "la inseguridad aumenta a un ritmo vertiginoso" o que "el sicariato es ya un problema latente en Venezuela". Son datos objetivos, dirán los señores de El País y la oposición reaccionaria de Venezuela. Y no dudo que lo sean en su mayoría, pero, aportar datos descontextualizados con la clara intención de degradar la imagen de un gobierno, cuando Venezuela, ahora y siempre, al igual que todo país latinoamericano, ha tenido este tipo de carencias y cuando, además, en el período de gobierno de Chávez ha habido una innegable mejora de las condiciones sociales de la clase trabajadora, supone una manipulación descarada. De la misa manera que abordar el tema de la nueva izquierda emergente en Latinoamérica únicamente con articulistas reaccionarios como Vargas LLosa o Rosa Montero evidencia el poco estima que El País tiene por la ética periodística.

He aquí una serie de datos que El País ha olvidado en el número de hoy: en 10 años Venezuela ha pasado de ser unos de los países más desiguales del continente a ser el menos desigual; la pobreza bajó en los años de Chávez del 51% de la población al 28,5-25%; la pobreza extrema bajó del 25% al 8,5-7%; por su parte, el paro descendió del 11% al 7,4%; el 14% del gasto público se destina a gasto social. Todos ellos son datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) oganismo que depende de la ONU.

Somos muchos los que no entendemos la campaña de acoso y derribo contra el gobierno de Venezuela (y el de Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua... ) perpetrada por el diario español. Es posible que tengan algo que ver las inversiones que la empresa propietaria de El País, PRISA, mantiene en el sur del continente americano, de las cuales podemos destacar las inversiones cruzadas con el grupo Cisneros, el mayor grupo mediático del país. Además, la cadena televisiva de dicho grupo, Venevisión, es una de las banderas de la oposición , especialmente desde que se la implica en el golpe de Estado que quiso derrocara Chávez en abril de 2002. Es destacable también que empresas como REPSOL-YPF, susceptibles de tener controversias con los nuevos gobiernos izquierdistas, sean para El País una fuente de ingresos millonarios por publicidad. Podemos hablar también de Telefónica, compañía líder en América Latina, que es uno de los grandes accionistas de Sogecable, grupo televisivo controlado por PRISA.

La falta de rigor informativo de El País, sus intereses sectarios y su línea editorial de marcado corte derechista me obligan a defender a un líder reformista y patriotero como es Hugo Chávez. Este señor, su Partido Socialista Unido de Venezuela, su "Revolución Bolivariana" y sus homólogos en otros países no son para mí más que los actores de la construcción de un socialismo reformista, institucional, colaboracionista, nacionalista, cristiano, y dirigido, en el caso de Venezuela y Ecuador, por unos líderes que torpedean el proceso con su anquilosamiento en el sistema institucional y su paternalismo grosero. Con todo, gracias a estos gobiernos, los diferentes pueblos de Latinamérica han empezado a emanciparse tímidamente del poder neoliberal y de la dependiencia del capital monopolista extrajero que los ha estado somentiendo a miseria, corrupción, violencia y privación sistemática de los bienes y servicios más esenciales, en beneficio de las compañías privadas y los gobiernos títeres del sur del continente.

Sé que un periódico como El País, que pertenece a un gran grupo empresarial y que vive de los ingresos publicitarios de empresas, entidades bancarias y demás instituciones que a su vez sobreviven únicamente por la permanencia del sistema capitalista, nunca podrá tratar la información de manera rigurosa, tal como lo requiere la profesión periodística. Sin embargo, les aconsejo que cuiden algunas de sus publicaciones, que guarden su retórica ordinaria y disimulen mínimamente su carácter conservador y retrógrado, y se lo aconsejo porque, no sé si saben que una buena parte de su público objetivo (con ustedes hay que hablar en términos empresariales) está formado por gente progresista que, sin ser grandes enemigos del sistema, aborrecen los ramalazos ultraderechista que cada vez más a menudo a ustedes se les escapan. Hagan caso a esta recomendación que un humilde estudiante de segundo de periodismo (sí, mi interés por todo tipo de prensa es el motivo por el que leo su periódico), les hace, háganlo, aunque sólo sea por esa parte de su público objetivo progresista que, inexplicablemente, les sigue leyendo.

jueves, 12 de febrero de 2009

god save the Juancar

Todos los años, en febrero, a medida que se acerca el día 23 los medios de comunicación se encargan de rememorar el fallido golpe de Estado perpetrado ese mismo día por algunas fuerzas del ejército. Este año no ha sido una excepción, sin embargo, la cobertura informativa ha empezado más pronto que otros años y de manera más intensa, al menos por parte de Televisión Española (TVE). También he notado que, en esta ocasión, el interés en aprovechar la fecha para reforzar la figura del rey de manera oportunista ha sido más descarada.

De esto se ha tenido que dar cuenta quien haya seguido con mayor o menor interés la programación de TVE estos últimos días. Por ejemplo, podemos hablar de la miniserie de dos capítulos a la que han dado el clarificador título de El día más difícil del rey, la cual nos ha ofrecido a un monarca con unas cualidades extraordinarias, heroico, salvador, tan sólo comparable a Barack Obama. La miniserie tiene la osadía de contarnos aquello que sólo un reducido número de hombres sabe: lo que ocurrió en la Casa Real en aquellas horas, el papel que en realidad jugó el rey, sus verdaderas intenciones, sus relaciones con los golpistas. Parece ser que los señores de TVE tienen muy claros todos estos aspectos, por la recreación que han hecho se ve que no tienen duda de que el rey salvó la "democracia" y que es a él (o quizá debería decir Él) a quien debemos nuestras actuales "libertades".

La miniserie histórica, que bien podían haber titulado "Oda al rey", fue más que nada una comedia de mal gusto. Si bien , no ha sido el único programa digno de mencionar. Una vez terminado el primer capítulo de esta comedia de ficción, TVE emitió el habitual debate nocturno de 59 segundos, que fue justo el tiempo que tardé en aborrecer el programa. En la edición del martes dejaron un espacio al fianal para tratar el tema del golpe de Estado, y para ello invitaron a Fraga, Manuel Marín (expresidente del Congreso), felipe Acaraz (PCE e IU), un señor de Eusko Alkartasuna, el periodista Fernando Ónega y una mujer, también periodista (no sé si me dejo a alguien). Pues bien, el programa consistió en repetirnos con diferentes palabras y desde diferentes bocas todo lo que le debemos al rey y lo bien que vivimos ahora. Únicamente, el nacionalista vasco y Felipe Alcaraz discreparon del papel que jugó el monarca ese día y se preguntaron por qué tardó tantas horas en salir por televisión para dar el esperado discurso. Esto les valió para que el resto de los contertulios, a quienes se les llenaba la boca al hablar de la democracia y de la libertad, replicaran, de manera déspota y fascista, que la historia es como se cuenta, que el rey nos salvó, que es así y que quien discrepa lo que quiere es inventarse fantasmas.

Así, mediante un acoso mediático e institucional, el gobierno y los medios llevan a cabo una campaña agresiva para perpetuar la historia oficial de la transición, del golpe y de estos años de partidocracia monárquica y capitalista. Bajo esos entrañables programas que "recrean" nuestro pasado más reciente, se esconde la verdadera intención del Estado actual de borrar todo ápice de debate histórico, de crítica o de discrepancia. Mediante ligeros y amenos formatos pseudo-periodístico-televisivos envía su propaganda el sistema. Pretenden dar veracidad a una serie de hechos históricos bombardeándonos de manera continua con la misma versión estructurada.

La verdad que, viendo la desesperación con la que se defiende a la monarquía últimamente, empiezo a pensar que realmente tiene los días contados y, lejos de lograr su objetivo, hacen más evidente la agonía de una institución que al caer va a dejar tambaleándose al resto de la estructura a la que siempre ha ido ligada. En mi opinión, es probable que cuando caiga el decrépito que ostenta la jefatura del Estado caerá con él la misma monarqía, pues, como se suele decir, en España no hay monárquicos, sino juancarlistas. De la misa manera, pienso que quedará bastante desestabilizado el resto de la estructura política, ya que, tras la dictadura fascista, lo que se construyó formó parte de un todo. Es decir, que, cuando caigan los borbones, lo lógico sería que el resto del régimen que se edificó tras la muerte del tirano empiece también a descomponerse. Monarquía, Constitución, bipartidismo, sistema autonómico, acuerdos con la Iglesia, sindicatos institucionalizados, etc. serán estructuras arcaicas que habrán perdido su ser.

Los tambaleos a los que se verá cada más envuelta la monarquía, junto con la crisis económica que, esperemos siga dejando en evidencia la naturaleza criminal del capitalismo, lejos de inquietarnos, deben ser vistos como una oportunidad, como un potencial conflicto que genere debate. El simple hecho de empezar a cuestionar las cosas nos posicionará ante esa lejana utopía que llamamos democracia.

miércoles, 21 de enero de 2009

Locura transitoria

EL día 20 de enero de 2009, Barack Obama tomó posesión de su cargo de presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Este acontecimiento, o más bien, la aparición de este hombre negro en la escena pública, ha llevado al mundo entero a una situación de éxtasis, a una euforia descontrolada por los grandes cambios que vendrán bajo el brazo de este hombre, según predican los medios de comunicación. En los inicios de este proceso de ilusión colectiva, tan sólo los medios y los partidos políticos de corte menos reaccionario apostaban abiertamente por Obama. Por su parte, la derecha oficial se mostraba reticente ante la posibilidad de que un hombre negro, joven y del partido Demócrata pudiese optar a la presidencia americana.

Con el paso del tiempo, el protagonismo de este hombre fue creciendo a la par que las ambiguas connotaciones de cambio que le acompañaban. Cuando su victoria se convirtió en una obviedad, todos los medios de comunicación del sistema, todos los gobiernos del mundo y, lo que es más relevante, la inmensa mayoría de la ciudadanía internacional estaban del lado de este joven político. Podemos decir, sin riesgo a caer en la exageración, que en estos últimos meses ha nacido un nuevo movimiento: el movimiento Obama.

Sin embargo, ese gran cambio que, además de ser la autoseña de identidad de Obama y de haber sido asumido ciegamente por todos, está exento de la más mínima concreción, y por ende, de la más mínima credibilidad. En este tiempo nos han bombardeado desde los medios con la idea de que Obama iba a marcar un antes y un después, y sin embargo, no han sido capaces de transmitirnos la serie de políticas concretas, de puntos programáticos que haría que toda esta broma mediática tuviera cierta credibilidad. Obama es sólo marketing, una imagen, una marca, un nuevo mercado para las empresas del entretenimioento y la comunicación. Y si no, ¿cómo se explica que, despues de meses anunciando el gran cambio digan los "expertos" que lo único que no está muy claro del nuevo héroe internacional es su ideología? Esto es cierto, ocurrió en noticias Cuatro. Comentarios de este tipo parecen más bien una tomadura de pelo. Si no conocemos ni su ideología ni su programa, ¿en qué nos estamos basando para decir que Obama va marcar un antes y un después?, ¿cuáles son las razones que justifican esa enorme ilusión mediatizada?

Gracias a este fenómeno se ven situaciones bastante curiosas, como el hecho de que, los que en un principio cuestionaron al nuevo presidente de EE UU, ahora, al ver que no pueden ir contra viento y marea, cambien su estrategia y se dediquen a acercar la ambigua imagen de Obama a sus propios ideales. Ya no cuestionamos a Obama, sino que hacemos interpretaciones interesadas de su discurso para conciliarlo con el nuestro. Esto es lo que ocurre cuando emerge un nuevo líder carismático e indiscutible con el que, al menos en el corto o medio plazo, no podremos enfrentarnos.

Los que piensen que el nuevo presidente electo va a suponer una ruptura con la tradicional política de EE UU se equivocan de plano. En primer lugar, porque el nuevo líder carece de los valores progresistas que algunos han querido ver en él. Y en segundo lugar, porque, aunque fuese el más ferviente defensor del socialismo, no podría luchar contra toda una estructura, contra todo un sistema, pues, en la inmensa mayoría de los países no son los gobiernos electos quienes detentan las mayores cotas de poder, sino los poderes empresariales, la banca y otros múltiples grupos de presión (véase el lobby israelí, por poner un ejemplo). Quiero decir que el problema de EE UU (y de cualquier otra democracia liberal-burguesa) no reside en políticos incompetentes, sino en el modo de producción capitalista con su subcultura y con las estructuras reaccionarias que lo sustentan. Claro que son importantes los gobiernos, pero su papel se reduce a la gestión dentro de un sistema que aceptan por dogma y al que protegen con las leyes que fabrican. Es decir, que los gobiernos tienen todo el poder para mantener el sistema vigente, pero ninguno para cambiarlo. En este sentido, supone un gran acto de fe pensar que Obama va a cambiar la tradicional política exterior imperialista de EE UU, ya que, si, como decimos, el poder real está en manos de transnacionales y grupos de presión, el giro en esta política se presenta bastante improbable, y más teniendo en cuenta los cuantiosos beneficios que recibe el poder económico del mercado de la guerra. A modo de ejemplo podemos destacar a Blackwater, una empresa militar privada integrada por mercenarios, o todas aquellas empresas implicadas en la reconstrucción del país que los propios EE UU acaban de arrasar, o esas otras que se introducen en los campementos miltares que los marines montan en los países que invaden, véase Pizza Hut o Burger King.

En el caso que nos ataña ahora, las razones de esta sinrazón son claras: la euforia colectiva es un fiel reflejo de la crisis global del sistema, y no me refiero sólo a la crisis económica-financiera, también hablo de la crisis alimetaria, energética, institucional, democrática, medioambiental, filosófica, etc. La ingenua esperanza en la capacidad salvadora del nuevo líder carismático es consecuencia de una creciente desesperación generalizada, lo cual me recuerda a los fascismos de los años 30, que tenían una estética similar a la que rodea hoy a Obama y que surgieron debido a profundas crisis, pues fueron entendidos (o más bien, buscados desesperadamente) como salida de las mismas.

A todos aquellos que han caído en las redes de la basura mediática que intenta perpetuar el sistema cambiándolo de cara, les recomiendo que lean el discurso del señor Obama. O mejor, que empiecen por ver la portada de Público, del día 21 de enero, en la que aparece la mano del cambio jurando sobre una biblia, lo cual ya nos dice bastante de la pantomima que estamos viviendo. Con todo, el discurso no tiene desperdicio. En él podemos encontrar referencias a la "guerra" de EE UU con el mundo malo; continuas citas a dios, evidenciando el Estado semiteológico en el que viven; reivindicaciones del sistema de mercado (que "crea riqueza y libertad"), con tan sólo una tímida critica a "la codicia de unos pocos" cuando habla de la necesidad de un "ojo supervisor"; equiparaciones del fascismo y el comunismo, etc.

Éstas son las perlas de un hombre que defiende sin complejos la economía de libre mercado, la misma que nos ha llevado a la actual crisis de civilización; un hombre que no tiene ningún interés en universalizar la sanidad pública, sino en abaratar la privada; un hombre que defiende la intervención del Estado en la economía sólo cuando se trata de salvar los negocios de la burguesía con el dinero de los contribuyentes para después volver al dogma liberal y negar esa intervención en beneficio de los trabajadores, dotándolos de una mayor cobertura social; el mismo que pronuncia continuas exaltaciones a la patria, propias de una nación que se cree el centro del mundo, una nación que, más que joven, como dicen algunos, es parbularia, infantil, simplona; una nación que para confiar en sus líderes necesita conocer a sus hijos, a sus mujeres y verlos bailar y quererse como buenos cristianos, sencillos, familiares y, por supuesto, muy muy americanos.

Así que, despierten cuanto antes los que aún andan recreándose en esta locura transitoria. Abran los ojos, maduren y acéptenlo: Obama no existe; son los padres.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

La secta de los miserables

La navidad es la época del año en que esa institución sucia y opresora llamada Iglesia intensifica su campaña de intoxicación a las masas, la época en que la mentira hecha Historia se presenta en forma de tradición. Es en estas fechas cuando la Iglesia se empeña más en predicar amor y solidaridad, precisamente lo que les falta a los reaccionarios de sus representantes durante todo el año, lo que les falta también a los hipócritas de sus súbditos, en su mayoría seres individualistas, simplones y faltos del más mínimo ápice de conciencia social. Sí, los "moralistas" por antonomasia, los de las buenas obras en navidad, los que adoran a su familia, los del amor y la paz, representan el nihilismo más despreciable durante el resto del año.

Es increíble el cinismo que desprenden todos estos herederos de la Inquisición y los meapilas que los apoyan. A su vez, los segundos, esas almas cándidas, desarrollan un cinismo de segundo grado, pues se horrorizan con la más inofensiva crítica hacia la Iglesia, cuando ellos se saltan todos los días las exigencias menos amables de su religión, esto es: aman a Dios pero les gusta más follar. De la misma manera, asumen principios tales como la solidaridad, la caridad, el amor al prójimo, etc, pero se niegan a alinearse con movimientos socialistas revolucionarios, los cuales, mediante una transformación profunda de la sociedad, sí desean la consecución de la igualdad y la solidaridad en una comunidad de hombres libres. Pero no, para los seguidores de la secta es preferible la caridad, ya que, de esta manera, impiden un cambio drástico, mantienen en su miseria a todas aquellas almas de Dios susceptibles de ser ayudadas, para así seguir predicando caridad y poder perpetuar indefinidamente su Santa Estafa.

Lo peor de todo es que todavía nos mantienen sumidos en el tercermundismo cultural, pues es inconcebible que en una sociedad que se dice "desarrollada y democrática" parte del dinero público vaya destinado a financiar a la secta católica, de tradición franquista y criminal (valga la redundancia). Otro despropósito es que se imparta la asignatura de religión (no historia de las religiones, sino el dogma de una en particular) en los centros de enseñanza. O que los funerales de Estado sean religiosos, o que los cargos públicos juren su cargo con un crucifijo delante. Y todo esto bajo un Estado ¿¿aconfesional??

Luego algunos se quejarán de que durante la segunda República se quemasen iglesias. Yo, particularmente, no estoy de acuerdo con estas prácticas, pues algunas iglesias tienen un gran valor artístico y pueden ser utilizadas para otros fines más nobles y útiles para la sociedad. Por ello, creo que es bastante más razonable quemar a los propios obispos y demás escoria. Quizá esto no sea sufciente para acabar con la sumisión del hombre a su propia imaginación, pero al menos algunos pasaríamos un buen rato viendo arder a tanto hijo de dios.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Crónica de la vuelta de SKA-P

Salimos del coche, avanzamos unos metros y allá a los vemos lejos aquel recinto que por esa noche iba a convertirse en el templo del ska y el punk: la Cubierta de Leganés. Ya en los aledaños se escuchan los primeros acordes, deben de ser los teloneros. Seguimos adelante y nos ponemos a la cola. Sí, esta vez había cola, uno detrás de otro; parece que tres años después, los seguidores de SKA-P hemos madurado.

Sin embargo, algunas cosas nunca cambian: litronas, cartones de vino, cristales, suelo pegaso y porros adornan el panorama. La gente, la misma, menos punkis quizás. Sí, esta vez abundan más los rojos de pelo alborotado y pañuelo palestino. Aquí ninguno vestimos de gala, el más guapo, yo. La cola avanza rápido, por lo que unos cuantos que estan tirados en el césped abandonan su momento de recreo y se unen a la gran fila que rodea media plaza.

Llegamos a la puerta, sacamos nuestra bonita entrada y se la ofrecemos al señor de seguridad. Pasa de la entrada y comienza a meternos mano. La seguridad del recinto se ha debido de tomar demasiado en serio aquello de sí señor, sí señor, somos la revolución, pero no es para tanto, los seguidores de SKA-P no somos peligrosos. Cuando el señor se asegura de que nos hemos dejado las navajas y las litronas fuera, nos deja pasar.

Una vez dentro, subimos por el tendido de la izquierda, no podía ser de otra manera. Mala suerte, no hay sitio, volvemos a bajar y accedemos por el tendido derecho, creo que el número 9, no sé. Ahora sí, dos sitios para nosotros, aquí que nos quedamos. Quedan dos horas y tan sólo un cuarto de la entrada queda por llenarse. Los primeros teloneros, Salida Nula, ya están tocando. Para que no se duerma la gente durante la espera, el cantante corea eso de un vote, dos votes, fascista el que no vote. Veo cómo todo el ruedo salta acompañado de la mayoría de la grada. La plaza tiembla, esto se cae, por un momento siento miedo. Ah, ya no, no se ha caído.

Ahora los ritmos de ska de Salida Nula se intensifican y se hacen más dinámicos, el público del ruedo comienza a ¿bailar? al ritmo de la música, chocan unos con otros, desde arriba se observan diversos corrimientos de masas hacia un lado y otro. En ese momento agradezco a mi acompañante que me pusiera la condición de ver el concierto en la grada. Respiro aliviado.

Un rato más tarde aparecen en escena 6cafés. Un grupo peculiar, van todos con la misma ropa negra y naranja, recuerdan a esos hombres y mujeres que hacen promociones de cualquier cosa en cualquier lugar. Su música es más aburrida, la espera se empieza a hacer larga. La gente sigue entrando, en la fila de delante tres personajes con la misma camiseta negra y roja del Rayo Vallekano: Bujía, Mamen y otro. Bujía reparte los porros .

A mi derecha tres niñas, unos15 años. De esas pijiprogres de acento ambiguo y zapatillas Converse. Una de ellas, la que está más lejos de mí, gordita, es la que sabe más de todo, pues se la escucha dar continuas explicaciones a sus dos amigas sobre no sé que cosas. Un rato antes del comienzo, señala una de las grandes lonas en las que aparece el gato López con un boomeran y cuenta en voz alta que "la portada del nuevo disco no representa sólo a un gato bailando ska, sino que hay que fijarse en el boomerán que porta, el cual representa el regreso de SKA-P, pues los boomeranes siempre vuelven". Yo se lo cuento a mi acompañate. Me dice que le dé las gracias, no lo hago, me da verguenza, no la conozco.

El concierto debía haber empezado ya, el nerviosismo se apodera de la plaza: En ese momento sale al escenario un señor para contarnos que el retraso se debe al cambio de escenario y a que ha habido un problema con las vayas antiabalancha y que por favor los del ruedo se echen para detrás porque están aplastando a las primeras filas. La gente responde con silbidos. Yo no sé silvar. La situación es un poco tensa, en el ruedo se empujan unos a otros, parece que se sucedieran continuas mareas humanas, algo así como cuando caen una tras otras las fichas de dominó. Desde mi posición se observa cómo los de las primeras filas del ruedo indican con gestos a los de detrás que reculen.

El problema no se arregla y algunos se ponen nerviosos. Sin embargo, hay un lateral en la grada donde cabe más gente, pero no se trata sólo de una mala distribución; en la plaza sobra gente. El hombre del micrófono no es capaz de solucionarlo. Nos damos cuenta que la situación es un tanto problemática cuando sale uno de los músicos a pedir a la gente que por favor se echen para detrás. Tímidos aplausos.

El lateral menos poblado comienza a llenarse, pero no precisamente por la emigración de gente del ruedo, eran personas de fuera que quedaban por entrar. De repente me doy cuenta que sobre la grada vuelan varios preservativos llenos de aire, de esos que todo el mundo intenta golpear y sólo unos pocos lo consiguen (por supuesto, ese alguien nunca eres tú). Pues yo lo conseguí dos veces; la noche prometía.

A las once, una hora más tarde de que tuviese que haber empezado el recital, la luz de la plaza se hace más tenue y todos gritamos. Esto ocurre tres veces más, hasta que la plaza se queda a oscuras. En ese instante suena una introducción musical por cuya melodía ya puedes hacerte una idea de la canción con la que van a empezar (he de decir que yo la tenía clara bastante antes): ni fu ni fa, del último trabajo. Una ola de satisfacción se apodera de mí por haber adivinado el comienzo, pero sobretodo, porque la niña que sabía lo del boomerán falló sus previsiones: "van a empezar con planeta eskoria", JA!

Los ritmos de ska hacen que los asistentes se agiten como poseídos. Lo del ruedo es impresionante, esa gente no puede ser de este mundo. Termina la canción y sin dejar de sonar unos rasgueos de guitarra distorsionados Pulpul saluda a un público que ha entrado en estado de éxtasis. Fui a nacer donde no hay nada, tras esa línea que separa el bien del mal, mi tierra se llama miseria y no conozco la palabra libertad; al sonar niño soldado la plaza se viene abajo, y yo grito mucho. No sé si acto seguido prosiguen con mestizaje, y yo grito más.

Gritaré que ardan las banderas, por la fraternidad, que caiga el patriotismo y la hostilidad racial, cultura popular! No sé si mañana tendré voz. El comienzo es de lo más intenso. Cuando cantan Romero el madero, Pulpul dedica unas palabras para Alexandros, el joven de 15 años asesinado por la policía giega.

Pulpul habla de la Revolución Bolivariana, "toda la gente de izquierdas debe apoyarla", dice. En fin, no tengo yo muy claro que lo de Chávez sea una revolución, un hombre que reniega del marxismo-leninismo... Pero bueno, me acuerdo de que yo no soy un sectáreo y me pongo a cantar la de El libertador.

Se suceden una canción tras otra, la gente no ha parado de cantar ni un sólo instante. Cuando llega la de Kasposos (momento friki de la noche), todos alzamos las manos y hacemos un extraño movimiento al grito de uoooh. Al ver a toda la plaza haciendo lo mismo es cuando me doy cuenta de que SKA-P se ha convertido en un grupo de masas.

Tocan el vals del obrero y se despiden de una manera tan convincente que me hacen dudar de que vayan a salir otra vez, pero las luces no se encienden (buena señal). Efectivamente, salen otra vez para tocar como un rayo, fuego y miedo, y el gato López. Finalmente, antes de que se apaguen los últimos acordes de esta última canción, introducen otra vez el estribillo de el vals del obrero. Y el concierto termina. Vuelta a casa.



sábado, 20 de diciembre de 2008

La legitimidad de nuestra violencia

Que el modo de producción capitalista se vale de un conglomerado jurídico-legal para perpetuarse en el desarrollo de la historia es un hecho evidente. De esta manera, cualquier individuo o colectividad que pretenda acabar con este sistema por vías legales se dará cuenta de que no puede hacerlo, pues como decimos, la estructura jurídico-legal de las "democracias" liberal-burguesas existe sólo como garante de la continuidad del modo de producción que legitiman.
Por ejemplo, votar una candidatura alternativa en un proceso electoral implica sólamente que si finalmente sale vencedora, el ejecutivo propuesto podrá actuar siempre que sus políticas no se salgan de los límites que marca la propia legalidad, ya sea ciñéndose a una carta magna o a cualquier otro instrumento legal dedicado a salvaguardar la propiedad privada y el libre mercado.
De esta reflexión se desprende una consecuencia inmediata: el capitalismo no puede combatirse únicamente por la vía legal, en tanto que la propia legalidad es capitalista. En este sentido, como método de cambio, deberíamos defender la actuación ilegal (es decir, anticapitalista) de un gobierno elegido en las urnas, o bien otras prácticas pacíficas de movimientos de base que actúen también obviando la ley.
Sin embargo, esto entraña un inconveniente: la estructura jurídico-política, que salvaguarda al modo de producción, contiene a su vez un instrumento para salvaguardarse a sí misma: la subestructura represiva del Estado, esto es, el conglomerado de individuos armados y preparados para mantener el orden establecido, interviniendo cuando éste corra el más mínimo peligro de ser alterado.
Ésta es la manera en que el sistema legitima e institucionaliza la violencia organizada y subvencionada por los propios individuos susceptibles de ser controlados y reprimidos si fuese necesario. Por consiguiente, podemos afirmar con poderosas razones que cualquier intento de cambiar el sistema actual legalmente es inviable, así como actuar de manera ilegal pero pacífica es inútil y temerario, pues la violencia institucional intervendrá de manera inmediata.
Ante esta situación rígida y cercada en que se encuentra la alternativa anticapitalista, sólo queda espacio para una vía: la ilegal y violenta. Esto, a pesar de lo que pueda parecer, no es una opción elegida por quienes luchan contra el sistema capitalista, sino la única opción que el propio sistema permite como viable. Sin embargo, este modo de lucha tampoco hay que entenderlo como la violencia legítima contra un sistema injusto, sino más bien como la respuesta necesaria a un sistema no sólo injusto, también violento, pues, al margen de la represión institucionalizada, la violencia es inmanente al capitalismo; la propia explotación , la propia desigualdad son violencia pura.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Jovencitos liberales

A finales del pasado mes de noviembre, las Nuevas Generacones del PP de Madrid presentaron una ponencia política de claro corte ultraliberal. Las medidas políticas que propusieron en dicha ponencia fueron de un radicalismo impropio de cualquier sociedad que quiera tener las más elementales garantías democráticas.
El fanatismo liberal con el que pretenden evangelizarnos estos chicos se concreta en propuestas tales como la flexibilización del mercado laboral, la progresiva desaparición del papel del Estado como garante de los servicios públicos más básicos y la supresión del salario mínimo interprofesional.
Para ellos, negar el papel del estado como prestador de servicios y redistribuidor de riqueza supone dar rienda suelta a la libertad individual, a la iniciativa privada y a la capacidad emprendedora de las personas. Por otra parte, aseguran que abogar por la flexibilidad laboral y la abolición del salario mínimo interprofesional lleva consigo garantías de pleno empleo y reactivación de la economía.
Su razonamiento es el siguiente: si el Estado deja a las empresas que puedan despedir a sus trabajadores cuando les dé la gana, por el motivo que sea y de manera gratuíta, además de pagarles los sueldos más miserables que puedas imaginar, los empresarios se sentirán incentivados para contratar a más gente, por lo que el paro será menor, y la actividad económica más intensa.
Como podemos ver, lo que ellos llaman pleno empleo no es más que un gran ejército de precarios. Abrazar ese tipo de teorías liberales supone caer en el chantaje patronal : o me otorgas poderes absolutos a la hora de tratar con mis asalariados o te encontrarás con un paro galopante.
La pregunta es, ¿cómo acabar con este tipo de chantaje que nos da a elegir entre la precariedad y el desempleo?, ¿Cómo puede la administración pública intervenir en la economía para garantizar la cohesión social cuando existe un contrapoder que presiona para que no lo haga? La respuesta es sencilla: con más intervencionismo.
Si los capitalistas tienen la capacidad de chantajear al poder público, lo que éste debe hacer es quitársela, por ejemplo, obligando a las empresas a que sigan contratando a gente independientemente de que el capitalista tenga también la obligación por ley de pagar un salario mínimo y de respetar las garantías laborales del trabajador.
Otra manera de sortear el chantaje sería fortalecer el papel de la administración como creador de puestos de trabajo. En resumidas cuentas podemos decir que para asegurar la intervención se necesita más intervención. Entraríamos de esta manera en una espiral que nos conduce necesariamente a modelos económicos socialistas, es decir, todo lo contrario a lo que proponen estos jóvenes defensores de la dictadura patronal.